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Introducción (7/9) (Por Enrique P. Gatón e Imelda Huang)
III. Influencias literarias
a) Antecedentes
A esta idea obedece la estructura de la novela, si bien el número de sus capítulos dimana de la identificación del cien con el concepto de perfección. No podía ser de otra forma en una obra que llegó a ser conocida como «La Iluminación del Budismo y el Tao de los Sabios», en clara contraposición al Tao de los Inmortales. Sin duda alguna, quien así la definió tenía presente la gesta histórica del monje Hsüan-Tsang y las perspectivas novelescas que ofrecía una hazaña semejante.
Ésta debió de calar muy pronto en la imaginación popular, haciendo que fuera contada, una y otra vez, en los atrios de los templos y en las representaciones dramáticas que tenían lugar en sus explanadas durante las festividades religiosas. Aunque carecemos de pruebas concretas sobre dicho proceso de gestación, las probabilidades de que así haya ocurrido son, ciertamente, muy altas, si tenemos en cuenta que tal fue el camino seguido por otros muchísimos personajes de ficción.
Lo que sí podemos afirmar con toda certeza es que en una fecha tan temprana como el siglo x encontramos un breve relato sobre el monje Hsüan-Tsang en una recopilación de narraciones cortas de diferente signo titulada Tai - ping Kuang - chi. De ella se desprende la temprana conexión entre el monje viajero y el Sutra del corazón, que le es entregado por un santón cubierto de harapos como remedio eficaz contra los ataques de todo tipo de monstruos y animales feroces, así como contra los obstáculos naturales que
pudieran presentársele a lo largo del camino.
Aunque la narración carece de la viveza característica de las tradiciones orales, la empresa del monje viajero debió de ser una de las preferidas del pueblo, a juzgar por lo que cuenta el poeta Ou Yang - Hsiou (1007 - 1072). Según él, en tiempos del emperador
Shr - Cheng (954 - 959) el Monasterio de Shou - Ling había sido un palacio, del que sólo quedaron las pinturas que narraban la gesta del monje Hsüan-Tsang, cuando entraron en él las fuerzas que derrocaron a los Chou (905 - 960). Tan desconcertante respeto en unos soldados lanzados de lleno a la típica rapiña de los vencedores da cuenta de la veneración que despertaba el recuerdo del maestro entre el pueblo llano.
Los primeros textos de su hazaña que han llegado hasta nosotros son obra del siglo xiii y llevan por título Hsin - tiao Da - Tang San - Tsang Fa - shr Chü - ching Chi (Nueva Relación de la Procuración de Escrituras llevada a cabo por Tripitaka, Maestro de la Ley del Gran Tang) y Da - Tang San - Tsang Fa - shr Chü - ching Chi (Narración Poética de la Procuración de Escrituras por parte de Tripitaka del Gran Tang). Como ha ocurrido con no pocos antecedentes de otros monumentos literarios chinos, ambos textos se han conservado durante siglos en Japón, concretamente en el monasterio de Kao - Shan, que se levanta al noroeste de Kioto. A principios del presente siglo fueron nuevamente dados a la luz, atrayendo inmediatamente el interés de los investigadores.
Habida cuenta de la proximidad geográfica de Japón al continente y su pertenencia al mismo ámbito cultural, esa nación se sintió fuertemente atraída por la extraordinaria producción literaria china. Su ansia por las novedades llevó a algunos señores feudales y
comerciantes influyentes a fletar barcos con el único propósito de agenciarse las obras de ficción que iban apareciendo al otro lado del estrecho. Los contactos comerciales eran, en efecto, muy frecuentes y solían efectuarse principalmente a través de los
puertos del sur, que han conservado, desde principios de la dinastía Suei hasta nuestros días, una fuerte vocación ultramarina.
El ambiente de esos enclaves marítimos favorecía el intercambio cultural, ya que todo resultaba insuficiente para entretener el obligado ocio de los marineros. Los narradores de historias populares hacían su agosto en los mercados y en los atrios de los templos, lo mismo que las compañías teatrales, con la inestimable ayuda de la música y la danza, las mismas historias que recitaban los bardos. De esa forma, se crearon dos corrientes paralelas de una misma trama, que unas veces tenía su punto de arranque en un hecho histórico y otras en anécdotas tan antiguas como las etnias que componían el gran mosaico antropológico chino.
Para que cristalizaran las novelas monumentales que hoy conocemos, se precisó posteriormente la aportación de un literato bien dotado para la síntesis, que recopilara todas esas corrientes, las estructurara de un modo armónico y las dotara de una unidad
derivada de su propio modo de concebir la realidad. Así se explica el carácter coral de muchas de estas creaciones. Lo que, de momento, nos interesa recalcar es que no constituye ninguna excepción el hecho de haber sido hallados en un monasterio japonés los dos precedentes de Viaje al Oeste mencionados anteriormente.
Entre ellos existen muy pocas diferencias temáticas, aunque el segundo ofrece una mayor riqueza literaria, al mezclar porciones en prosa con secciones en versos «chüe - chü» heptasílabos. Dividido en diecisiete partes, el relato poético narra el azaroso viaje del monje Hsüan-Tsang a través de regiones míticas antes de alcanzar la India, donde obtiene un total de cinco mil cuarenta y ocho rollos de escritura. Con ellos regresa al monasterio de Hsian - Lin. Allí tiene la enorme fortuna de recibir las enseñanzas del Sutra del corazón de labios del buda Dipamkara, lo cual le da nuevos ánimos para proseguir el viaje de vuelta. No tarda en alcanzar Loyang, donde el emperador le concede el título de Maestro Tripitaka.
Lo que realmente nos interesa de esta primitiva versión del siglo XIII es la introducción de ciertos temas, que aparecen más desarrollados en la versión definitiva: el discípulo mono dotado de poderes extraordinarios, que alcanza al final el título de Gran Sabio; el sombrero, el báculo y la escudilla de las limosnas, que el maestro recibe de manos del devaraja Mahabrahma; la lucha del mono con un monstruo que es, en realidad, un esqueleto; su victoria sobre un tipo de pelaje albino, obtenida gracias al ingenioso método de introducirse en sus intestinos y desgarrarle, sin ninguna piedad, el estómago; el encuentro de los Peregrinos con un personaje que recuerda al Bonzo Sha; su paso por un reino de mujeres, donde Manjusri y Samantabhadra ponen a prueba la virtud del maestro; el robo de los melocotones sagrados de Wang - Mu - Niang - Niang perpetrado por el mono; la apariencia infantil del «ren - sheng» y los equívocos a lo que ello conduce.
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Introducción (7/9) (Por Enrique P. Gatón e Imelda Huang)
III. Influencias literarias
a) Antecedentes
A esta idea obedece la estructura de la novela, si bien el número de sus capítulos dimana de la identificación del cien con el concepto de perfección. No podía ser de otra forma en una obra que llegó a ser conocida como «La Iluminación del Budismo y el Tao de los Sabios», en clara contraposición al Tao de los Inmortales. Sin duda alguna, quien así la definió tenía presente la gesta histórica del monje Hsüan-Tsang y las perspectivas novelescas que ofrecía una hazaña semejante.
Ésta debió de calar muy pronto en la imaginación popular, haciendo que fuera contada, una y otra vez, en los atrios de los templos y en las representaciones dramáticas que tenían lugar en sus explanadas durante las festividades religiosas. Aunque carecemos de pruebas concretas sobre dicho proceso de gestación, las probabilidades de que así haya ocurrido son, ciertamente, muy altas, si tenemos en cuenta que tal fue el camino seguido por otros muchísimos personajes de ficción.
Lo que sí podemos afirmar con toda certeza es que en una fecha tan temprana como el siglo x encontramos un breve relato sobre el monje Hsüan-Tsang en una recopilación de narraciones cortas de diferente signo titulada Tai - ping Kuang - chi. De ella se desprende la temprana conexión entre el monje viajero y el Sutra del corazón, que le es entregado por un santón cubierto de harapos como remedio eficaz contra los ataques de todo tipo de monstruos y animales feroces, así como contra los obstáculos naturales que
pudieran presentársele a lo largo del camino.
Aunque la narración carece de la viveza característica de las tradiciones orales, la empresa del monje viajero debió de ser una de las preferidas del pueblo, a juzgar por lo que cuenta el poeta Ou Yang - Hsiou (1007 - 1072). Según él, en tiempos del emperador
Shr - Cheng (954 - 959) el Monasterio de Shou - Ling había sido un palacio, del que sólo quedaron las pinturas que narraban la gesta del monje Hsüan-Tsang, cuando entraron en él las fuerzas que derrocaron a los Chou (905 - 960). Tan desconcertante respeto en unos soldados lanzados de lleno a la típica rapiña de los vencedores da cuenta de la veneración que despertaba el recuerdo del maestro entre el pueblo llano.
Los primeros textos de su hazaña que han llegado hasta nosotros son obra del siglo xiii y llevan por título Hsin - tiao Da - Tang San - Tsang Fa - shr Chü - ching Chi (Nueva Relación de la Procuración de Escrituras llevada a cabo por Tripitaka, Maestro de la Ley del Gran Tang) y Da - Tang San - Tsang Fa - shr Chü - ching Chi (Narración Poética de la Procuración de Escrituras por parte de Tripitaka del Gran Tang). Como ha ocurrido con no pocos antecedentes de otros monumentos literarios chinos, ambos textos se han conservado durante siglos en Japón, concretamente en el monasterio de Kao - Shan, que se levanta al noroeste de Kioto. A principios del presente siglo fueron nuevamente dados a la luz, atrayendo inmediatamente el interés de los investigadores.
Habida cuenta de la proximidad geográfica de Japón al continente y su pertenencia al mismo ámbito cultural, esa nación se sintió fuertemente atraída por la extraordinaria producción literaria china. Su ansia por las novedades llevó a algunos señores feudales y
comerciantes influyentes a fletar barcos con el único propósito de agenciarse las obras de ficción que iban apareciendo al otro lado del estrecho. Los contactos comerciales eran, en efecto, muy frecuentes y solían efectuarse principalmente a través de los
puertos del sur, que han conservado, desde principios de la dinastía Suei hasta nuestros días, una fuerte vocación ultramarina.
El ambiente de esos enclaves marítimos favorecía el intercambio cultural, ya que todo resultaba insuficiente para entretener el obligado ocio de los marineros. Los narradores de historias populares hacían su agosto en los mercados y en los atrios de los templos, lo mismo que las compañías teatrales, con la inestimable ayuda de la música y la danza, las mismas historias que recitaban los bardos. De esa forma, se crearon dos corrientes paralelas de una misma trama, que unas veces tenía su punto de arranque en un hecho histórico y otras en anécdotas tan antiguas como las etnias que componían el gran mosaico antropológico chino.
Para que cristalizaran las novelas monumentales que hoy conocemos, se precisó posteriormente la aportación de un literato bien dotado para la síntesis, que recopilara todas esas corrientes, las estructurara de un modo armónico y las dotara de una unidad
derivada de su propio modo de concebir la realidad. Así se explica el carácter coral de muchas de estas creaciones. Lo que, de momento, nos interesa recalcar es que no constituye ninguna excepción el hecho de haber sido hallados en un monasterio japonés los dos precedentes de Viaje al Oeste mencionados anteriormente.
Entre ellos existen muy pocas diferencias temáticas, aunque el segundo ofrece una mayor riqueza literaria, al mezclar porciones en prosa con secciones en versos «chüe - chü» heptasílabos. Dividido en diecisiete partes, el relato poético narra el azaroso viaje del monje Hsüan-Tsang a través de regiones míticas antes de alcanzar la India, donde obtiene un total de cinco mil cuarenta y ocho rollos de escritura. Con ellos regresa al monasterio de Hsian - Lin. Allí tiene la enorme fortuna de recibir las enseñanzas del Sutra del corazón de labios del buda Dipamkara, lo cual le da nuevos ánimos para proseguir el viaje de vuelta. No tarda en alcanzar Loyang, donde el emperador le concede el título de Maestro Tripitaka.
Lo que realmente nos interesa de esta primitiva versión del siglo XIII es la introducción de ciertos temas, que aparecen más desarrollados en la versión definitiva: el discípulo mono dotado de poderes extraordinarios, que alcanza al final el título de Gran Sabio; el sombrero, el báculo y la escudilla de las limosnas, que el maestro recibe de manos del devaraja Mahabrahma; la lucha del mono con un monstruo que es, en realidad, un esqueleto; su victoria sobre un tipo de pelaje albino, obtenida gracias al ingenioso método de introducirse en sus intestinos y desgarrarle, sin ninguna piedad, el estómago; el encuentro de los Peregrinos con un personaje que recuerda al Bonzo Sha; su paso por un reino de mujeres, donde Manjusri y Samantabhadra ponen a prueba la virtud del maestro; el robo de los melocotones sagrados de Wang - Mu - Niang - Niang perpetrado por el mono; la apariencia infantil del «ren - sheng» y los equívocos a lo que ello conduce.
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