Literatura y filosofía

Prólogo de Viaje al oeste (Parte 7 de 12)

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Introducción (4/9) (Por Enrique P. Gatón e Imelda Huang)

a) El Tripitaka histórico
No es, por tanto, circunstancial que toda la obra esté llena de referencias a los clásicos budistas, particularmente al Sutra del corazón con el que el Tripitaka histórico guardaba una estrecha relación, como se desprende de una atenta lectura del capítulo xix. Esto es de capital importancia, puesto que desde sus primeras líneas afirma que «la forma es idéntica al vacío y el vacío no difiere de la forma». Precisamente el nombre del Peregrino, Wu-Kung, quiere decir «el que abre sus ojos al vacío», significando con ello tanto la irrealidad de lo fenoménico, como la falta de consistencia ontológica de cuanto existe.

Se siguen, así, los principios «sunya», «sunyata» y «maya» de la escuela Yogacara, a la que perteneció Chen Hsüan-Tsang, el histórico Tripitaka. Presentaba, en realidad, una visión elitista de la salvación, por cuanto afirmaba que no todos los hombres estaban capacitados para alcanzar el estado búdico. Estos principios se encontraban expuestos en el Mahayana - samparigraha Sastra (Shr - Da - Cheng Luen), que el joven Hsüan-Tsang había estudiado, junto con el Nirvana Sutra (Nie - pan Ching), en el Monasterio de la Tierra Pura de Loyang.

Ambos textos expresan, en realidad, una visión contrapuesta de la iluminación, ya que este último no sólo afirmaba la posibilidad de que todos los hombres alcanzaran el estado de «buda», sino que establecía que, una vez entrado en el «nirvana», el creyente seguía conservando su antiguo «yo». El deseo de solventar tan angustiosa contradicción fue, precisamente, lo que movió al monje Hsüan-Tsang a iniciar el largo camino hacia la India, pues estaba convencido que la respuesta se hallaba en el Yogacarya - bhumi Sastra (Yü - Chia Sr - di Luen).

Esto pone de manifiesto las inquietudes intelectuales de un hombre que, habiendo nacido en Henan hacia el año 596 en el seno de una familia de funcionarios, conocía a la perfección los clásicos confucianos a la temprana edad de ocho años y abrazó a los trece el estado monacal, influido por el fervor de su hermano. Juntos viajaron de Loyang a Chang-An, movidos por un deseo de profundización en el conocimiento de los textos sagrados, muchos de los cuales habían sido traducidos por Chu Shr - Hsing (siglo ni), Fa - Hsien, Huei - Gen (363 - 443), Dharmakshema de Pei - Liang (siglo v) y un grupo de budistas de la época Yüan - Chian (424 - 453).

Los tiempos que le tocaron vivir a Hsüan-Tsang fueron de los más influyentes de toda la historia china, ya que coincidieron con la dinastía Suei (581 - 618) y los años iniciales de la dinastía Tang (618 - 907). En tan corto período temporal se consiguió la reunificación de China, la unificación de su vida económica, el restablecimiento de una cierta homogeneidad cultural y el resurgimiento de las comentes religiosas tradicionales. Aunque se consideró a las tres exponentes principales de estas últimas en plano de igualdad, el advenimiento de la dinastía Suei supuso un fuerte afianzamiento del budismo, ya que durante el reinado del emperador Yang - Chien (581 - 604) se construyeron infinidad de templos, se facilitó la labor proselitista de los monjes y el número de conversos aumentó considerablemente.

En este ambiente de efervescencia intelectual y religiosa Hsüan-Tsang decidió emprender el peligroso viaje hacia la India, pero el emperador Tai-Chung (627 - 649), que acaba de acceder al poder, le niega, por motivos de seguridad, el permiso para abandonar su territorio. El joven monje sueña, sin embargo, que cruza el océano montado en una flor de loto y que una brisa sagrada le lleva hasta la misma cumbre del Monte Sumeru, donde Indra tiene establecido su paraíso. Eso le mueve a abandonar en secreto su patria hacia finales del año 627, disfrazado de mercader en una caravana que recorría la ruta de occidente, pasando por lugares tan representativos como Turfan, Darashar, Tashkent, Samarkanda, Bactria, Kapisa y Cachemira.

Tras cuatro años de penoso Peregrinar llega, finalmente, al reino de Magadha, donde se dedica, durante cerca de un lustro, al estudio de los textos sagrados en compañía del anciano maestro Silabhadra, o Chie - Hsien, como es conocido entre los chinos. Después de dieciséis años en los que, según la leyenda, convirtió con su palabra encendida a todo tipo de facinerosos, decide regresar a China con un total de seiscientos cincuenta y siete textos budistas, no sin antes solicitar el perdón del emperador Tai-Chung.

El encuentro entre ambos personajes tuvo lugar en Loyang en los primeros meses del año 645. Admirado de sus profundos conocimientos de geografía, política y economía el emperador le ofreció un ventajoso puesto de funcionario, que él rechazó oportunamente para retirarse al monasterio de Hung-Fu y posteriormente al de Tse - En. Allí se dedicó, durante los dieciocho años que aún le quedaban de vida, a la traducción de los textos que él mismo se había procurado, dejando a su muerte, acaecida en el año 644, una obra que abarcaba la versión china de setenta y cuatro textos fundamentales del budismo, el tratado titulado Cheng Wei - Shr Luen y una relación de las peculiaridades de las tierras que en su día recorrió titulada Da-Tang Hsi Yü-Chi. El propio Tang Tai-Chung escribió su famoso Shen-Chiao Hsü como prólogo a la traducción del Yogacarya - bhumi Sastra, del que se ofrece una versión en el último capítulo de la novela.

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