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Sucede que pondré los poemas primero en su original latín, y luego la traducción en prosa. Respecto a las traducciones, fueron tomadas, tres de ellas, de un libro que ya no está disponible para su descarga gratuita desde la RAE y el cuarto desde este otro sitio que ya está caído. Me costó mucho trabajo traducirlo por mi cuenta. Garcilaso utilizó mucho el apoyo de poetas latinos como Horacio y Virgilio principalmente, y en menor grado a Catulo, Propercio, Horacio y Lucrecio, por lo que muchas cosas que menciona, tienen más claridad cuando se tiene un amplio dominio de la mitología grecolatina, así como de los poemas de los ya mencionados. El texto de donde saqué la traducción viene ricamente apoyado con notas al pie que dan fe de esto; pero sólo pondré aclaraciones en donde considere yo puede hacer ruido al estudiante de latín que compara el original con la traducción... lo cual debo admitir, ni yo logré cotejar, aunque no soy un latinista experto
I. AD THYLESIUM.
Uxore, natis, fratribus, et solo
exul relictis, frigida per loca
mussarum alumnus, barbarorum
ferre superbiam et insolentes
mores coactus, iam didici, invia
per saxa, voces ingeminantia
fletusque, sub rauco querelas
murmure Danubii levare.
O nate tristem sollicitudine
lenire mentem et rebus atrociter
urgentibus fulcire amici
pectora docte manu, Thylesi,
iam, iam sonantem Delius admovet,
dexter tacentem barbiton antea:
cantare Sebethi suadent
ad vaga flumina cursitantes
nymphae; iam amatis moenibus inclyte
non urbis, amnis quam Tagus aureo
nodare nexu gestit, ultra
me lacerat modum amor furentem;
sirenum amoena iam patria iuvat
cultoque pulchra Parthenope solo,
iuxtaque manes considere
vel potius cineres, Maronis.
Aegro deorum quis tulerit rogas
herbis repostis, auxilium potens
mentisque consternationem
cantibus et fidibus levarit:
idem sonanti ciu vaga flumina
sistunt, silentes margine vortices
ventosque narratur frementes
per nermora ardua conquiesse.
Hic nam revinxit me tibi vinculo
gratis Camoenae quod mihi nexibus
texere, praelargus; quid ultra
me miserum potuit iuvare?
Imbrem beatis nubibus aureum
vivaque talum compede candidum
nexam puellam coniungemque
languidulis oculis querentem,
carmen canentis sic animum rapit
mentemque ut omnes subiaceant graves
curae et labores evolenque
aliger his super elevatus.
Te, mi Thylesi, te comite obtulit
sese parentis quem veneror loco,
cui dulce pignus nostri amoris
non animum pigeat patere:
arcana divum dum reserat, novus
huic pectus alte sollicitat furor,
curare seu mortalium res
coelicolas grave sive monstrat
natos parentum crimina ob impia
vexari, ut, auras carpere dum licet,
nec luxui ipsi indulgeant, nec
poena parentibus ulla desit.
Haec aure cuncti praecipue imbibunt
alte silentes et Marius meus
rerumque multarum refertus
atque memor Placitus bonarum.
Honesta cunctos hinc domus accipit
liberque sermo nascitur, haud tamen
impune, nam si tortuosis
nexibus implicitum quid audes
suadere, sperans ingeniosius
quam verius nos pertrahere ad tuum
sensum statim aggressa est cohors te,
ut ciconum irruit in canentem.
Num tu fluentem divitiis Tagum,
num prata gyris uvida roscidis
mutare me insanum putabas,
dulcibus immemoremque amicis?
Uxore, natis, fratribus, et solo
exul relictis, frigida per loca
mussarum alumnus, barbarorum
ferre superbiam et insolentes
mores coactus, iam didici, invia
per saxa, voces ingeminantia
fletusque, sub rauco querelas
murmure Danubii levare.
O nate tristem sollicitudine
lenire mentem et rebus atrociter
urgentibus fulcire amici
pectora docte manu, Thylesi,
iam, iam sonantem Delius admovet,
dexter tacentem barbiton antea:
cantare Sebethi suadent
ad vaga flumina cursitantes
nymphae; iam amatis moenibus inclyte
non urbis, amnis quam Tagus aureo
nodare nexu gestit, ultra
me lacerat modum amor furentem;
sirenum amoena iam patria iuvat
cultoque pulchra Parthenope solo,
iuxtaque manes considere
vel potius cineres, Maronis.
Aegro deorum quis tulerit rogas
herbis repostis, auxilium potens
mentisque consternationem
cantibus et fidibus levarit:
idem sonanti ciu vaga flumina
sistunt, silentes margine vortices
ventosque narratur frementes
per nermora ardua conquiesse.
Hic nam revinxit me tibi vinculo
gratis Camoenae quod mihi nexibus
texere, praelargus; quid ultra
me miserum potuit iuvare?
Imbrem beatis nubibus aureum
vivaque talum compede candidum
nexam puellam coniungemque
languidulis oculis querentem,
carmen canentis sic animum rapit
mentemque ut omnes subiaceant graves
curae et labores evolenque
aliger his super elevatus.
Te, mi Thylesi, te comite obtulit
sese parentis quem veneror loco,
cui dulce pignus nostri amoris
non animum pigeat patere:
arcana divum dum reserat, novus
huic pectus alte sollicitat furor,
curare seu mortalium res
coelicolas grave sive monstrat
natos parentum crimina ob impia
vexari, ut, auras carpere dum licet,
nec luxui ipsi indulgeant, nec
poena parentibus ulla desit.
Haec aure cuncti praecipue imbibunt
alte silentes et Marius meus
rerumque multarum refertus
atque memor Placitus bonarum.
Honesta cunctos hinc domus accipit
liberque sermo nascitur, haud tamen
impune, nam si tortuosis
nexibus implicitum quid audes
suadere, sperans ingeniosius
quam verius nos pertrahere ad tuum
sensum statim aggressa est cohors te,
ut ciconum irruit in canentem.
Num tu fluentem divitiis Tagum,
num prata gyris uvida roscidis
mutare me insanum putabas,
dulcibus immemoremque amicis?
Oda a Antonio Tilesio
Tras abandonar exiliado a mi esposa, mis hijos, hermanos y tierras, por frías regiones, alumno de las Musas, aprendí a soportar forzado la soberbia y las fieras costumbres de los bárbaros, y por peñascos instransitables que repetían mis voces y gemidos, a la orilla del ronco murmullo del Danubio, aprendí a sobrellevar mis penas. ¡Oh docto Tilesio! Nacido para apaciguar el pensamiento entristecido por las cuitas y reconfortar con tu mano el pecho del amigo en los momentos terriblemente urgentes. Ya el diestro Apolo (Delius es Apolo, era una forma de llamarlo, por haber nacido en la isla de Delos) acerca la sonora lira a quien antes callaba; las ninfas del Sebeto que corretean por los sinuosos ríos incitan al canto. Ya no me oprime desmedidamente el amor ardiente por los amados muros de la ínclita ciudad que el río Tajo gusta anudar con su dorado abrazo. Ya me agrada la vida en la amena patria de las sirenas y la hermosa Parténope con sus campos cultivados y asentarme junto a los manes o mejor las cenizas de Marón. ¿Cuál de los dioses, preguntas, proporcionaría al enfermo el poderoso auxilio de escondidas hierbas y despejaría las inquietudes de su pensamiento con cantos y versos? El mismo ante cuya música se detienen los ríos desbordados y se cuenta que en la orilla estuvieron silenciosos los remolinos y los vientos huracanados se calmaron en los espsos bosques. Él con generosidad me unió a ti por medio de una cadena que las Camenas me tejieron de dulces eslabones; ¿qué otra cosa pudo ayudar a este miserable? La lluvia de oro de nubes felices, la muchacha atada por viva cadena al blanco tobillo, y la esposa de ojos lánguidos que se queja, quien canta estos temas me arrebata el alma y el pensamiento, de tal forma que los graves cuidados y trabajos desaparecen, y con alas me levanto volando por encima de ellos. Mi querido Tilesio, en tu compañía me fue presentada la persona que venero como a un padre, a quien no me avergüenza abrir el alma como dulce prenda de mi amor. Mientras investiga los secretos de los dioses, un nuevo furor le solicita en lo hondo de su pecho, o cuando muestra que los habitantes del cielo se preocupan seriamente de los asuntos de los mortales o que los hijos reciben marcas por los impíos crímenes de los padres, de forma que mientras puedan respirar y gozar de la vida ni se entreguen al lujo ni falte a los padres algún castigo. Estas ideas las escuchan todos absortos en profundo silencio y mi amado Mario y Plácido repleto de tantos saberes y atento al bien. Aquí acoge a todos la honesta mansión y nace libre la charla, pero si intentas presuadirnos de algo enredado con tortuosos razonamientos esperando llevarnos a tu punto de vista con más ingenio que verdad, no lo harás impunemente, al punto salta sobre ti la cohorte como se abalanzó la de las Cícones sobre Orfeo (En latín no encontramos el nombre de Orfeo; pero la nota al pie de la traducción nos dice que las Cícones son las mujeres tracias que le dieron muerte y despedazaron su cadáver). ¿Te creías que enajenado y olvidadizo cambiaría yo a mis dulces amigos por el Tajo que arrastra oro o por los campos regados de rosadas azudas?
Tras abandonar exiliado a mi esposa, mis hijos, hermanos y tierras, por frías regiones, alumno de las Musas, aprendí a soportar forzado la soberbia y las fieras costumbres de los bárbaros, y por peñascos instransitables que repetían mis voces y gemidos, a la orilla del ronco murmullo del Danubio, aprendí a sobrellevar mis penas. ¡Oh docto Tilesio! Nacido para apaciguar el pensamiento entristecido por las cuitas y reconfortar con tu mano el pecho del amigo en los momentos terriblemente urgentes. Ya el diestro Apolo (Delius es Apolo, era una forma de llamarlo, por haber nacido en la isla de Delos) acerca la sonora lira a quien antes callaba; las ninfas del Sebeto que corretean por los sinuosos ríos incitan al canto. Ya no me oprime desmedidamente el amor ardiente por los amados muros de la ínclita ciudad que el río Tajo gusta anudar con su dorado abrazo. Ya me agrada la vida en la amena patria de las sirenas y la hermosa Parténope con sus campos cultivados y asentarme junto a los manes o mejor las cenizas de Marón. ¿Cuál de los dioses, preguntas, proporcionaría al enfermo el poderoso auxilio de escondidas hierbas y despejaría las inquietudes de su pensamiento con cantos y versos? El mismo ante cuya música se detienen los ríos desbordados y se cuenta que en la orilla estuvieron silenciosos los remolinos y los vientos huracanados se calmaron en los espsos bosques. Él con generosidad me unió a ti por medio de una cadena que las Camenas me tejieron de dulces eslabones; ¿qué otra cosa pudo ayudar a este miserable? La lluvia de oro de nubes felices, la muchacha atada por viva cadena al blanco tobillo, y la esposa de ojos lánguidos que se queja, quien canta estos temas me arrebata el alma y el pensamiento, de tal forma que los graves cuidados y trabajos desaparecen, y con alas me levanto volando por encima de ellos. Mi querido Tilesio, en tu compañía me fue presentada la persona que venero como a un padre, a quien no me avergüenza abrir el alma como dulce prenda de mi amor. Mientras investiga los secretos de los dioses, un nuevo furor le solicita en lo hondo de su pecho, o cuando muestra que los habitantes del cielo se preocupan seriamente de los asuntos de los mortales o que los hijos reciben marcas por los impíos crímenes de los padres, de forma que mientras puedan respirar y gozar de la vida ni se entreguen al lujo ni falte a los padres algún castigo. Estas ideas las escuchan todos absortos en profundo silencio y mi amado Mario y Plácido repleto de tantos saberes y atento al bien. Aquí acoge a todos la honesta mansión y nace libre la charla, pero si intentas presuadirnos de algo enredado con tortuosos razonamientos esperando llevarnos a tu punto de vista con más ingenio que verdad, no lo harás impunemente, al punto salta sobre ti la cohorte como se abalanzó la de las Cícones sobre Orfeo (En latín no encontramos el nombre de Orfeo; pero la nota al pie de la traducción nos dice que las Cícones son las mujeres tracias que le dieron muerte y despedazaron su cadáver). ¿Te creías que enajenado y olvidadizo cambiaría yo a mis dulces amigos por el Tajo que arrastra oro o por los campos regados de rosadas azudas?
II. AD GENESIUM SEPULVEDAM.
Arcum quando adeo relligionis et
saevae militiae ducere longius,
ut curvata coire
inter se capita haud negent,
uni musa tibi, docte Sepulveda,
concessit: pariter dicere et Africam
incumbit pavitantem
sub rege intrepido et pio,
qui insigni maculis vectus equo citos
pravertit rapidus densa per agmina
ventos, fervidus hastam
laetalem quatiens manu;
dat cui non aliter turba locum leves
quam flammis stipulae per nemus aridum
aut coelum per apertum
ventis dant nebulae vagis.
Pugnas perpetuo dum trepidos agit
giro, saevus uti Massylias leo
per silvas, Nomadasve
imbelles agitat feras,
suspirant timido pectore turribus
ex altis aciem lata per aequora
campi tendere suetae,
sponsae nuper amoribus
orbatae: Heu!, iuvenes, Caesaris, inquiunt,
vitate imparibus viribus armaque
congressusque nefandos.
Quando nomina posteris
mater caesa dedit, dum puerum student
languentem eruere e visceribus, genus
hinc est caesarum, hinc est
gaudens caede nova. Putas
saevum funere limine qui pedem
ad vitam imposuit, non ferat indidem
ingeneretque furorem
et caedis calidae sitim?
Oda de Garcilaso a Ginés de Sepúlveda
Puesto que poner más tenso el arco de la religión y de los crueles guerreros hasta el límite en que las dos puntas se dejan unir sólo a ti, docto Sepúlveda, te ha sido concedido por la Musa; de igual forma te atañe también el escritor sobre África atemorizada bajo un rey intrépido y piadoso, que montado en un caballo ornado de manchas, rápidamente vence a los veloces vientos atravesando las apretadas filas y agita ardiente en su mano la lanza mortal; a quien las turbas abren paso como los ligeros rastrojos en una seca pradera lo hacen ante las llamas o las nubes ceden por el cielo abierto ante los vagos vientos. Mientras belicoso da vueltas constantemente y provoca a los temerosos como un cruel elón que persigue a las mansas fieras en los bosques de Masilia o de Numidia. Las esposas que están acostumbradas a tender sus miradas por las anchas planicies de los campos, en sus temblorosos pechos suspiran subidas en las altas torres al ver arrebatados sus amores: "¡Ay! Donceles -dicen- apartaos de las armas y los encuentros nefastos con el César (se refiere a Carlos V), pues son desiguales las fuerzas; pues murió la madre degollada (en cesárea) (No entiendo yo esta traducción, yo le quitaría el degollada, a menos que sea una forma de relacionar la supuesta locura de Juana, madre de Carlos V, con el nacimiento de Julio César. Demasiado rebuscado) y dio nombre a los descendientes, mientras se esfuerzan por arrancar de sus entrañas al niño agonizante; éste es el linaje del César, de ahí viene su gozo por nuevas muertes. ¿Crees que quien puso el pie cruel en la vida desde un fúnebre umbral no va a producir y engendrar furor y sed de cálidas matanzas?"
Puesto que poner más tenso el arco de la religión y de los crueles guerreros hasta el límite en que las dos puntas se dejan unir sólo a ti, docto Sepúlveda, te ha sido concedido por la Musa; de igual forma te atañe también el escritor sobre África atemorizada bajo un rey intrépido y piadoso, que montado en un caballo ornado de manchas, rápidamente vence a los veloces vientos atravesando las apretadas filas y agita ardiente en su mano la lanza mortal; a quien las turbas abren paso como los ligeros rastrojos en una seca pradera lo hacen ante las llamas o las nubes ceden por el cielo abierto ante los vagos vientos. Mientras belicoso da vueltas constantemente y provoca a los temerosos como un cruel elón que persigue a las mansas fieras en los bosques de Masilia o de Numidia. Las esposas que están acostumbradas a tender sus miradas por las anchas planicies de los campos, en sus temblorosos pechos suspiran subidas en las altas torres al ver arrebatados sus amores: "¡Ay! Donceles -dicen- apartaos de las armas y los encuentros nefastos con el César (se refiere a Carlos V), pues son desiguales las fuerzas; pues murió la madre degollada (en cesárea) (No entiendo yo esta traducción, yo le quitaría el degollada, a menos que sea una forma de relacionar la supuesta locura de Juana, madre de Carlos V, con el nacimiento de Julio César. Demasiado rebuscado) y dio nombre a los descendientes, mientras se esfuerzan por arrancar de sus entrañas al niño agonizante; éste es el linaje del César, de ahí viene su gozo por nuevas muertes. ¿Crees que quien puso el pie cruel en la vida desde un fúnebre umbral no va a producir y engendrar furor y sed de cálidas matanzas?"
III.
Sedes ad cyprias Venus,
cui centum redolent usque calentia
thure altaria sacro,
sertis vincta comas, nuda agitans choros
gaudebat, cum puer appulit,
depromptis iaculis e pharetra aureis,
depromptis quoque plumbeis,
queis terras violens subdit et aequora,
queis coeleste sibi genus.
Tum mater, miserans terrigenum simul
divorumque vicem, prior
demulcens leviter caesariem auream
melliti pueri, incipit:
Heu!, nate, usque adeo flagitiis eris
istis insatiabilis,
non tantum ut miserum perditum eas genus
humanum, excrucians modis
indignis homines, verum etiam in deos
ausis stringere spicula?
Impulsu altitonans saepe tuo induit
quam turpem deo imaginem!
Nunc taurus nivea conspicuus nota
frontem, caetera candidus,
imber nunc liquido virgineum aureus
fluxu per gremium micat.
Lunam per tacitum saepe silentium
saxis sub Iove latmiis
sopiti rapidis ignibus exscitam
coeli culmine devocas.
Cessare ad Clymemem crinigerum facis
Phoebum, qui quasi negligens
terris officium solvere debitum,
auriga est habitus piger.
In me si sceleris quid meditabere
matrem, ut mos tibi, perfide, est,
non aegre aut graviter perpetiar modo
figas nequitiae modum.
Sed quid, cum dominam figere Dindymi
laetaris tibi vis, puer?
Longeva atque parens pene deum omnium
cum sit, nec iodo idonea,
illam caecus eo perpulit at furor.
Attyn perdite ut arserit.
Cumque ignes penitus viscera permeent,
iunctis vecta leonibus
Idae per nemorum saxa virentium
fertur; quam volitans cohors
recta consequitur parsque micantibus
palmis tympana verberat
ingentique sonat voce nemus virens
cunctorumque simul fera
insanum rabies pectus agit. Proin
...........................
mater cuncta timens (omen inane sit!)
tristi discrucior metu,
ne forte Cybele, si resipiscat aut
haec pergat potius suo
insanire modo, saeva leonibus
te natum tenerum imperet
se coram ut lacerent namque erit aut sui
vindex aut animi impotens.
Praesenti esto animo, mater, ait puer,
nec te sollicitet metus,
mitescunt adeo namque mihi feri
isti, quos metuis, juba ut
prensa ritu equitis non trepide insidens
tergis hos agitem vagus,
caudis incipiunt, auribus et mihi
adblandirier interim,
dumque ori digitos, dumque manum insero,
reddunt innocuam mihi.
Postremo quid ego pecco tibi, aut aliis
cum res sedulus offero
pulcras ante oculos monstrosque lucidis
pictas usque coloribus?
Vos iam desinite aut appetere omnia haec
aut sic obicere id mihi.
Num vis, mater, uti, Mars tuus haud te amet
posthac? nec redames eum?
Natus sum atque potens; impera et obsequar.
Nulla ut non superans, pues,
in re es, quim celebri bile etiam tumes,
nostro haud subtrahe te, puer,
amplexu; peto nil praeter id amplius.
De Garcilaso Hispano
Este poema, tristemente, nos ha llegado corrompido e incompleto, le falta un verso ya que el copista original lo omitió al pasar a la siguiente página, y posiblemente también copió mal los versos 3 y 5, los cuales, según el texto del cual saqué la traducción, presentan anomalías métricas. Muy probablemente, debido a que Garcilaso no tuvo interés en destacar profesionalmente como escritor, no se conserva el poema original para poder reparar estas fallas
Venus en sus templos de Chipre, llena de gozo, con los cabellos ceñidos de guirnaldas y desnuda dirigía los coros de danzantes y para ella exhalan siempre sus aromas cien altares quemando sagrado incienso, cuando su niño se le acercó con las saetas de oro sueltas del carcaj y también las de plomo; con ellas somete violento las tierras, los mares y la raza de los dioses. Entonces su madre, compadecida de la suerte de mortales y dioses, después de acariciar levemente la dorada cabellera del niño de miel, dice: "¡Ay hijo! ¿Hasta dónde vas a llevar insaciable estos castigos? ¿Además de llevar a la perdición al género humano, torturando de modo indigno a los hombres, también te atreves a esgrimir tus dardos contra los dioses? Por incitación tuya el altitonante Júpiter adopta con frecuencia las más vergonzosas apariencias. Unas veces es un toro señalado por una marca nívea en la frente y la blancura de sus restantes partes; otras veces es brillante lluvia de oro que fluye corriendo por el regazo de la doncella. Con frecuencia haces bajar de las alturas del cielo adormecido a través de mudos silencios a la Luna excitada por violentos ardores hasta las rocas latmias que están en la tierra. Haces que Febo (Otro nombre de Apolo) de largos cabellos se detenga junto a Climene y que, casi olvidando cumplir la tarea que debe a la tierra, sea considerado un auriga perezoso. Si meditas alguna fechoría contra mí, tu madre, como acostumbras, malvado, lo soportaré bien y sin queja, siempre que pongas límite a tu perversidad. ¿Pero qué pretendes, niño, cuando te gozas en atacar a la dueña de Díndimo? (Es la diosa Cibeles, considerada la madre de los dioses) Aunque es anciana y madre de casi todos los dioses, y no es adecuada para juegos, el ciego furor la empujó hasta el punto de arder perdidamente de amor por Atis; y cuando las pasiones le penetran profundamente en sus entrañas, arrastrada por una yunta de leones va por las rocas de los verdeantes bosques de Ida; y una cohorte revoloteando la sigue derecha y un grupo golpea los tambores con sus palmas vibrantes y con voz estruendosa resuena el verde bosque y al mismo tiempo la fiera locura colectiva agita los pechos enloquecidos. Por eso ... temiéndolo todo como madre (¡que sea un presagio vano!) me atormento con funestos miedos, no sea que Cibeles, si recupera su razón o si lleva esta locura más allá de sus límites, ordene cruel que sus leones te despedacen ante sus ojos, tierno hijo mío, pues será vengadora de sí misma o incapaz de gobernar su alma". "Ten buen ánimo, madre, contesta el niño, no te inquiete el miedo; estas fieras a las que temes se me amansan de tal forma, que sujentado la melena me siento sin temor en sus lomos a la manera de los jinetes y las hago moverse sin rumbo; entre tanto ellas se ponen a halagarme con sus colas y orejas, y mientras les meto los dedos o la mano en la boca me los devuelven sin daño alguno. Por último ¿en qué te incomodo, a ti o a los demás, cuando oficioso os ofrezco hermosas cosas y las muestro ante vuestros ojos, pintadas siempre con colores resplandecientes? Dejad vosotros ya de perseguir todas estas cosas o de echármelo en cara. ¿O acaso quieres, madre, que tu querido MArte no te ame después de esto? ¿Y que no le correspondas tú? Soy hijo tuyo y soy poderoso; ordena y obecederé." "Pues no hay ninguna cosa en la que no venzas, niño, y rápidamente también se te enciende la bilis, no te apartes, niño, de nuestro abrazo; no pido nada más fuera de esto".
Este poema, tristemente, nos ha llegado corrompido e incompleto, le falta un verso ya que el copista original lo omitió al pasar a la siguiente página, y posiblemente también copió mal los versos 3 y 5, los cuales, según el texto del cual saqué la traducción, presentan anomalías métricas. Muy probablemente, debido a que Garcilaso no tuvo interés en destacar profesionalmente como escritor, no se conserva el poema original para poder reparar estas fallas
Venus en sus templos de Chipre, llena de gozo, con los cabellos ceñidos de guirnaldas y desnuda dirigía los coros de danzantes y para ella exhalan siempre sus aromas cien altares quemando sagrado incienso, cuando su niño se le acercó con las saetas de oro sueltas del carcaj y también las de plomo; con ellas somete violento las tierras, los mares y la raza de los dioses. Entonces su madre, compadecida de la suerte de mortales y dioses, después de acariciar levemente la dorada cabellera del niño de miel, dice: "¡Ay hijo! ¿Hasta dónde vas a llevar insaciable estos castigos? ¿Además de llevar a la perdición al género humano, torturando de modo indigno a los hombres, también te atreves a esgrimir tus dardos contra los dioses? Por incitación tuya el altitonante Júpiter adopta con frecuencia las más vergonzosas apariencias. Unas veces es un toro señalado por una marca nívea en la frente y la blancura de sus restantes partes; otras veces es brillante lluvia de oro que fluye corriendo por el regazo de la doncella. Con frecuencia haces bajar de las alturas del cielo adormecido a través de mudos silencios a la Luna excitada por violentos ardores hasta las rocas latmias que están en la tierra. Haces que Febo (Otro nombre de Apolo) de largos cabellos se detenga junto a Climene y que, casi olvidando cumplir la tarea que debe a la tierra, sea considerado un auriga perezoso. Si meditas alguna fechoría contra mí, tu madre, como acostumbras, malvado, lo soportaré bien y sin queja, siempre que pongas límite a tu perversidad. ¿Pero qué pretendes, niño, cuando te gozas en atacar a la dueña de Díndimo? (Es la diosa Cibeles, considerada la madre de los dioses) Aunque es anciana y madre de casi todos los dioses, y no es adecuada para juegos, el ciego furor la empujó hasta el punto de arder perdidamente de amor por Atis; y cuando las pasiones le penetran profundamente en sus entrañas, arrastrada por una yunta de leones va por las rocas de los verdeantes bosques de Ida; y una cohorte revoloteando la sigue derecha y un grupo golpea los tambores con sus palmas vibrantes y con voz estruendosa resuena el verde bosque y al mismo tiempo la fiera locura colectiva agita los pechos enloquecidos. Por eso ... temiéndolo todo como madre (¡que sea un presagio vano!) me atormento con funestos miedos, no sea que Cibeles, si recupera su razón o si lleva esta locura más allá de sus límites, ordene cruel que sus leones te despedacen ante sus ojos, tierno hijo mío, pues será vengadora de sí misma o incapaz de gobernar su alma". "Ten buen ánimo, madre, contesta el niño, no te inquiete el miedo; estas fieras a las que temes se me amansan de tal forma, que sujentado la melena me siento sin temor en sus lomos a la manera de los jinetes y las hago moverse sin rumbo; entre tanto ellas se ponen a halagarme con sus colas y orejas, y mientras les meto los dedos o la mano en la boca me los devuelven sin daño alguno. Por último ¿en qué te incomodo, a ti o a los demás, cuando oficioso os ofrezco hermosas cosas y las muestro ante vuestros ojos, pintadas siempre con colores resplandecientes? Dejad vosotros ya de perseguir todas estas cosas o de echármelo en cara. ¿O acaso quieres, madre, que tu querido MArte no te ame después de esto? ¿Y que no le correspondas tú? Soy hijo tuyo y soy poderoso; ordena y obecederé." "Pues no hay ninguna cosa en la que no venzas, niño, y rápidamente también se te enciende la bilis, no te apartes, niño, de nuestro abrazo; no pido nada más fuera de esto".
IV. AD FERDINANDUM DE ACUÑA, EPIGRAMMA.
Dum Reges, Fernande, canis, dum Caesaris altam
progeniem nostri, claraque facta ducum,
dum Hispana memoras fractas sub cuspide gentes,
obstupuere homines, obstupuere Dei:
extollensque caput sacri de vertice Pindi
Calliope blandis vocibus haec retulit;
Macte, puer, gemina praecinctus tempora lauro,
qui nova nunc Martis gloria solus eras;
hec tibi dat Bacchusque pater, dat Phoebus Apollo,
Nympharumque leves Castalidumque chori,
ut quos divino celebrasti carmine Reges,
teque simul curva qui canis arma lyra,
saepe legant, laudent, celebrent post fata Nepotes:
nullaque perpetuo nox fuget atra dies.
TRADUCCIÓN DEL EPIGRAMA DE GARCILASO A HERNANDO DE ACUÑA CON LAS PALABRAS DEL PROPIO GARCILASO
(Traducción de Joaquín Pascual Barea)
En tanto que a reyes cantas, Hernando, en tanto que el alto linaje de nuestro César y famosos hechos de los capitanes, y en tanto que traes a la memoria bajo lanza española destrozadas naciones, se espantaron los hombres, se espantaron los dioses. Y alzando de la cumbre del sacro Pindo la cabeza, Calíope con blandas palabras esto a contar empieza: “Bravo, mancebo de doble laurel coronado, que ahora tú solo eras de Marte la nueva gloria, te da lo que digo el padre Baco, te da el rubio Apolo, y de las Ninfas y Castálides los ligeros coros, que a los reyes que has celebrado con canción divina, y a ti juntamente, que las armas cantas con la corva lira, tras los hados a menudo lean, alaben y celebren los nietos, y ninguna tenebrosa noche ahuyente los días eternos”.
(Traducción de Joaquín Pascual Barea)
En tanto que a reyes cantas, Hernando, en tanto que el alto linaje de nuestro César y famosos hechos de los capitanes, y en tanto que traes a la memoria bajo lanza española destrozadas naciones, se espantaron los hombres, se espantaron los dioses. Y alzando de la cumbre del sacro Pindo la cabeza, Calíope con blandas palabras esto a contar empieza: “Bravo, mancebo de doble laurel coronado, que ahora tú solo eras de Marte la nueva gloria, te da lo que digo el padre Baco, te da el rubio Apolo, y de las Ninfas y Castálides los ligeros coros, que a los reyes que has celebrado con canción divina, y a ti juntamente, que las armas cantas con la corva lira, tras los hados a menudo lean, alaben y celebren los nietos, y ninguna tenebrosa noche ahuyente los días eternos”.
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