Literatura y filosofía

Prólogo de Viaje al oeste (Parte 3 de 12)

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Prólogo (2/2) (Por Jesús Ferrero)

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Y que el lector se prepare también para fondear en el misterio de la muerte y de la vida desde una profundidad que está mucho más allá de nuestra sistematización del mundo, indisolublemente vinculada al espíritu griego que nos funda filosóficamente y que crea las marcas que van a determinar toda nuestra cultura. Porque el tiempo en el que va a entrar ni es lineal ni es circular, es más bien un tiempo en espiral, pero que en lugar de comenzar por el corazón mismo de la espiral comienza por su círculo más abierto, el que refiere la creación de todo el universo, y luego va estrechando sus aros comunicantes hasta detenerse en los seres, o en algunos seres, que pueblan ese vasto universo que quisieran descifrar, y a cuyas revelaciones y manifestaciones van asistiendo en el vasto curso de la novela, tan vasto como los grandes ríos chinos.

Aunque si hemos de hacer honor a la estructurada desmesura de Viaje al Oeste, más que un río tiende a parecer un océano de significados en el que no importa perderse una y cien veces pues lo relevante, como en el poema Itaka de Kavafis, es el viaje mismo, un viaje que tiene su destino y su dirección, pero que olvidamos a menudo por la fascinación que va ejerciendo sobre nosotros cada momento del camino, en su purísima demarcación de su propio sentido, que ha de ser absorbido en su absoluta dimensión de instante en el seno del tiempo como agua en el seno de las aguas.

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Y tras este breve paseo por el curso «ilimitado» de la novela volvamos a sus personajes y a sus fuentes. Inspirada en remotas leyendas budistas sobre los viajes de Xuanzang y las piezas teatrales Yuan y Ming basadas en él, la novela no es ajena al tono épico, si bien se trata de una épica tan desmitificadora que más que con los griegos tendría que ver con la teoría de la distanciación irónica que escritores como Döblin pusieron en boga en la primera mitad del siglo pasado.

Y al igual que esa épica de Döblin (que luego imitó Brecht), Viaje al Oeste va dibujando una dialéctica de la luz en su lucha contra todos los poderes de las sombras. Dialéctica implícita en todos los protagonistas y muy especialmente en el Rey Mono, en el que los chinos de la época de Mao quisieron ver, con la simpleza que los caracterizaba, «la lucha del pueblo contra las dificultades así como su persistente desafío a la autoridad feudal». Difícilmente se puede concebir una apreciación tan brutal y tendenciosa de Viaje al Oeste, si bien la novela no oculta en ningún momento los antagonismos y antagonías de la sociedad china, la corrupción y la crueldad oscurísima y fundamental que sustenta el mundo objetivo y objetual y que en Viaje al Oeste tiende a conformar una relación especular con el mundo fantasmal, así como con el antes y el después de la vida, en esa abismal prolongación de la existencia que fuerondesarrollando primero el hinduismo y luego el budismo y el taoísmo, y que se concreta en la idea de reencarnación.

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Para terminar hablaré de las virtudes terapéuticas de esta novela, capaz de sacarnos del tiempo ortopédico que nos está tocando vivir y de conducirnos a un tiempo inmensamente relativo, inmensamente abierto, que curiosamente tiene más que ver con el tiempo que está descubriendo ahora mismo la ciencia que con el tiempo lineal que ha ido configurando la novela occidental durante un buen trecho de su historia, y que la nueva ficción debiera superar con más rigor y más esplendor que en el período de entreguerras del siglo pasado.

Viaje al Oeste nos obliga a afrontar el hecho literario desde dimensiones que pueden resultar muy enriquecedoras para los autores y lectores de ahora, pues lo liberan, durante todo el venturoso tiempo de la lectura, del mundo de los objetivos inmediatos y de las evidencias reductoras y reduccionistas que  caracterizan nuestra época, en beneficio de un universo saturado de diamantes, en los que se concentran y dispersan, se dispersan y se concentran siglos y siglos de mitología y especulaciones filosóficas y religiosas, siglos y siglos de sentido y sin - sentido, de luces y de sombras, condensándose en una novela donde a la vez que se narra la inmensa historia del cosmos se dibuja la trayectoria de cuatro personajes fundamentales en busca de las verdades más puras y más perdidas. Una novela que incluye, al final, la conquista de la
inmortalidad y que termina con una descripción impagable del paraíso, donde no faltan los coros de los seres agradecidos que han obtenido la liberación. Un fin que la novela persigue desde el principio, cuando habla del Caos original que va a tener su espejo en el caos fundamental de cada ser, pero un fin al que el narrador no tiene prisa por llegar, pues la verdad está siempre algo más lejos, como los ojos del Buda de cristal y como la luz inmanente del mundo, que reinaba al principio y que presidirá también el final, cuando el inmenso juego de abalorios del universo vuelva a su dimensión original y el coro del final de la novela enmudezca por exceso de plenitud, bajo un cielo lleno de buenos augurios en el que halla fundamento y destino la alquimia interior, y en el que encuentran su término todas las modificaciones del mundo convertido en sustancia absolutamente transparente y absolutamente llena de su propio vacío.

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Dije para terminar y no termino, pues no quisiera dejar en el lector la idea de que nos hallamos ante una narración más alegórica todavía que La Divina Comedia y absolutamente metafísica. No, no. Viaje al Oeste tiene su dimensión iniciática y su dimensión alquímica, pero ante todo es una novela de personajes y de peripecias, donde se ponen en funcionamiento todos los registros narrativos posibles, y presidida por un gran sentido del humor, que halla sus mejores efectos en Puerco y el Rey Mono. Y de no ser ante todo y sobre todo una novela, perfectamente accesible a pesar de suesoterismo, sus personajes no serían tan populares. Y no en vano el Rey Mono recorre todos los espacios de la ficción china, desde la novela, a la poesía, desde la poesía al cuento y a la ópera, y ha habido familias de actores que durante generaciones y
generaciones han obtenido su sustento gracias a las representaciones de óperas en relación con el Rey Mono, finalmente presente entre nosotros gracias a la traducción de Enrique P. Gatón e Imelda Huang - Wang, que hacen funcionar en castellano la extraordinaria maquinaria verbal que se pone en marcha en esta prodigiosa novela que ahora tienes en tus manos, lector.

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Prólogo (1/2) (Por Jesús Ferrero)
Viaje al Oeste: La novela total

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Esta nueva edición de Viaje al Oeste viene a llenar un vacío tan enorme como la novela en sí, pues estamos hablando de todo un clásico de la literatura universal que, hasta épocas muy recientes, ha permanecido desconocido para los lectores españoles.

El asunto es todavía más grave si se tiene en cuenta que el Rey Mono, uno de los protagonistas de la narración, es en China un personaje tan popular como lo pueden ser entre nosotros Don Quijote y Sancho Panza: ni algo menos ni algo más. Y cuando los personajes literarios llegan a esa forma absoluta de la fama es porque son capaces, por sí mismos, de representar a toda una cultura y hasta de incluir en su mecánica lógica y mitológica claves fundamentales para interpretar esa misma cultura.

Por lo demás, Viaje al Oeste es la recreación, profusamente detallada, del mito de Xuanzang (Hsüan-Tsang): el monje que partió hacia la India en busca de los verdaderos textos budistas. Se trata de un viaje evidentemente inciático (para los personajes que lo protagonizan y para el lector que los sigue), jalonado por toda clase de catástrofes interiores y exteriores, y en el que le acompañan tres discípulos. El Rey Mono es uno de ellos. Posee poderes mágicos que le permiten llevar a cabo setenta y dos transformaciones de su apariencia y está capacitado para «identificar a los demonios en un abrir y cerrar de ojos», como suelen decir los chinos, que desde el primer emperador a los tiempos de Mao se han especializado en identificar demonios de toda suerte y en clasificarlos, siguiendo operaciones mentales no tan diferentes a las que empleaba el venturoso Emanuel Swedenborg para clasificar a las poblaciones angélicas. En China los demonios formaban una auténtica multitud. En términos específicos, se trata de una creencia muy alejada de nuestra cultura, pero no en términos generales, ya que en los evangelios el mismo Jesucristo hace varias referencias a la «multitud» de demonios que pueden asaltar a las almas descuidadas. Se trata, con toda evidencia, de demonios diferentes pero que tienen en común su naturaleza perturbadora y posesiva.

Como otras grandes narraciones del Reino del Medio, Viaje al Oeste es una creación del período Ming, el más glorioso de la novela china, y es al mismo tiempo la obra de todo un pueblo, como la muralla china y como el mismo imperio, en la que intervienen muchos creadores, hasta cristalizar como narración plena de sentido y perfectamente estructurada en el siglo XVI, gracias a la probable intervención del escritor Wu Chengen, que la dotó de una poderosa estructura. En ese y otros aspectos se trata de una creación parecida a la que llevó a cabo la Grecia arcaica con la Ilíada y la Odisea hasta su fijación definitiva en Homero.

Pero su relación con las dos epopeyas griegas es sólo parcial ya que, como narración en sí, Viaje al Oeste se emparenta más con dos novelas fundamentales de Occidente: Don Quijote y Tristram Shandy. Ni estoy hablando de una relación sólo formal ni de una relación sólo de fondo; estoy hablando de una relación  estructural que implica una concepción del tiempo con la que ya no estamos demasiado familiarizados.

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Da la impresión de que en Europa todo cambió, en la estructuración de las novelas, con la aparición de El Lazarillo de Tormes, que impone una configuración narrativa en el fondo absolutamente racional, dando la impresión de que la historia está trascurriendo en «el tiempo real» y creando justamente por eso un enorme «efecto realidad».

Que esa novela sea hija de Renacimiento no ha de extrañarnos, ya que en el fondo fue el primer «siglo de las luces» de la civilización occidental. Pero desde entonces la novela europea no ha podido despegarse del «efecto realidad» que crea El Lazarillo y del empeño en dotar la narración de una gran coherencia, más allá o más acá de la misma historia, como llega a ocurrir hasta con Kafka, que es la razón llevada a su extremo más absurdo.

Lejos de esa estructuración del tiempo de la vida y el tiempo narrativo, El Quijote consigue, además de un efecto realidad periódicamente renovado en el trascurso de la novela, una relativización del tiempo, no tan excesiva como en Tristram, pero sí lo suficientemente amplia y elástica como para que el lector pueda entrar en una «duración» a veces vaporosa y vasta, y a veces relampagueante y concentrada, que la novela occidental sólo vuelve a recuperar plenamente con en Ulises de Joyce.

Y bien, el tiempo narrativo en el que entramos cuando empezamos a leer Viaje al Oeste es también muy relativo y a la vez alcanza dimensiones absolutas.

Como todas las novelas chinas del mismo período, como En los márgenes del Agua o El romance de los Tres Reinos, la narración avanza pausadamente y se ramifica en cientos de personajes de todas las clases sociales y de todas las formas de existir astrales y reales. Borges definió El sueño del pabellón rojo (otra de las grandes novelas chinas) como una narración «prácticamente infinita»: de igual manera podría definirse Viaje al Oeste. En ese sentido, son novelas que más que entrar en el tiempo de la «realidad» y su sucesión de hechos (de pragmas), entran en el tiempo de la existencia y su sucesión de demoras, desconciertos y repeticiones: los que Kierkegaard llamaba «la seriedad del existir», que se revela siempre de naturaleza tragicómica, como ocurre en Viaje al Oeste y como ocurre también en las grandes novelas occidentales ya mentadas.

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Intentar imponer un tiempo ampliamente narrativo y «prácticamente infinito» al tiempo fragmentado y neurótico de la «realidad» es un empeño que entre nosotros sólo lo ha intentado el ingeniero Benet con Herrumbrosas lanzas y que se hace cada vez más difícil, también en China, ya que desde la aparición de los primeros relatos de Lu Xin, el lector chino descubrió la «racionalidad» narrativa de estilo occidental que aportaba Xin así como su fulminante «efecto realidad», y ahora la novela en China tiende a ser concebida en un tiempo real y metal muy parecido al nuestro. Desde esa óptica, Lu Xin llevó a cabo para los chinos una operación muy parecida a la que Mishima perpetró en la cultura japonesa: racionalizó y sistematizó la narración, introduciendo en ella el «tiempo» occidental.

Pero en Viaje al Oeste estamos lejos de esa concepción del tiempo narrativo, porque no es un tiempo que se pueda ver desde el lugar de los hechos. Es más bien un tiempo concebido desde el lugar del conocimiento y de su aliento irregular y muchas veces errático. Y es que el conocer, a diferencia del vivir, evoluciona en un tiempo lleno de arrugas, casi en un tiempo fractal, de una elasticidad desmedida, o fuera de toda medida,
siguiendo un camino que, por ser el de la iluminación, está lleno de sombras que le exceden, como si siguiese esos versos terribles del primer poema del Tao que viene a decir:

Ser y no ser surgen del mismo fondo,
y ese fondo único se llama oscuridad.
Oscurecer esa oscuridad,
he ahí la puerta de la clarividencia.
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Dicho lo cual, que el lector se prepare para salir de nuestro tiempo pragmático en cuanto acceda al primer capítulo de esta enorme novela que, en parte porque quiere ser una imagen del Mundo y en parte porque lo es, comienza refiriendo el origen del cosmos con frases casi bíblicas: «En el principio sólo existía el Caos. El Cielo y la Tierra formaban una masa confusa, en la que el todo y la nada se entremezclaban como la suciedad en el agua».

Una forma de contar el origen que tiene mucho que ver con los versos del Tao que acabamos de referir. De hecho parecen la misma reflexión, si bien desde ángulos diferentes, y que a su vez guardan muy estrecha relación con himnos védicos de unos mil años antes de Jesucristo.

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Prólogo de Viaje al oeste (Parte 1 de 12)

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Este libro es una obra maestra de la literatura mundial y uno de los principales pilares de la literatura china. Su volumen y extensión son colosales, por lo que poner todas mis anotaciones en una sola serie de entradas sería, literalmente, dejar de poner otra cosa por lo menos en un año. Debido a esto, lo liberaré por partes, y en esta serie de entradas, lo primero que usaré serán los apuntes del prólogo

VIAJE AL OESTE / LAS AVENTURAS DEL REY MONO

Una verdadera obra de arte, magistral creación de la literatura universal. Un primer acercamiento a las corrientes de pensamiento oriental y a unas aventuras tan vastas como maravillosas. Me hubiera gustado mucho tener una edición más explicada, porque realmente siento que quedaron muchos huecos sin disfrutar al máximo

Mis notas retoman partes que me llamaron la atención, principalmente de comentarios que no me quedaron claros, o que me parecieron interesantes, respecto a la filosofía oriental que se maneja en la obra 

El libro es uno de los más grandes tesoros de la humanidad, es una obra monumental por su alto contenido intelectual, así como por la saturada cantidad de aventuras, y por su extensión de más de 1300 páginas tamaño carta (Mis notas abarcan 42 páginas tamaño carta)

Actualmente es uno de los libros principales de oriente desde que fue escrito en el siglo XVI. Desafortunadamente no se sabe nada del autor; pero parece ser que sí hubo un monje que se aventuró a India y de ahí surgió la idea. Éste libro es el que marca un hito en los combates de artes marciales, el vuelo, manejo de poderes. Especialmente es ancestro directo de Dragon Ball, ya que Akira Toriyama se basó en este libro para hacer su caricatura

En resumen, este libro trata de las aventuras que sufre un monje budista para ir a India (occidente de China, por eso es viaje al oeste), para conseguir las escrituras de buda y así llevar la iluminación a su pueblo. En su viaje estará apoyado de distintos personajes

1>> Sun Wu-Kung ("Mozo que está despierto a la nada"). Conocido como El peregrino. Es un mono vestido con una piel de tigre. Representa a la mente y al metal. Su arma es una barra de hierro con puntas de oro. También se le nombra Gran Sabio, Sosia del Cielo o El Hermoso Rey de los Monos

2>> Chu Wu-Neng («el cerdo que abre los ojos al poder»). Conocido como Chu Ba Chie. Es un cerdo. Representa a la madera. Su arma es un rastrillo/tridente de 9 puntas. Se le nombra también Mariscal de los juncales celestes. En la obra lo describen de esta manera: "Poseía unos labios carnosos y tan retorcidos como hojas secas de loto, unas orejas tan grandes como abanicos de junco, unos ojos brillantes de torva y cruel mirada, unos dientes llamativamente separados y tan afilados como limas de acero puro, y una boca tan larga y ancha como una olla. En la cabeza llevaba un morrión de oro sujeto a la barbilla con tiras de cuero, que, como las que le ajustaban al cuerpo la armadura, parecían estar hechas con piel de serpiente. En la mano sostenía un tridente, que recordaba a una zarpa abierta de dragón. De su cintura colgaba un arco con la forma de una media luna, que le otorgaba un aire a la vez orgulloso y terrible. Su apariencia era la de un luchador tan despiadado y cruel que hasta los mismos dioses se hubieran sentido intimidados al verle"


3>> Sha Wu-Ching («la arena que abre los ojos a la pureza»). Conocido como El bonzo Sha. Es un ser necroso. Representa a la tierra. Su arma es un garrote. Se le nombra también Mariscal-que-levanta-la-cortina. En la obra lo describen de esta manera: "Tenía un rostro entre negro y verdoso, de aspecto fiero, y un cuerpo, ni demasiado corto ni demasiado largo, de constitución a la vez vigorosa y nervuda. Sus ojos brillaban como las ascuas de un brasero; su boca, irregular y amenazante, recordaba a la jofaina llena de sangre de un carnicero; sus lentes, salientes como un cabo que se adentra en el mar, parecían cuchillos afilados; su pelo, desmelenado totalmente, poseía una escalofriante coloración rojiza; y sus pies, descalzos, traían a la memoria la frialdad de los muertos. Rugió una sola vez y su bramido sonó tan amenazante como el fragor del trueno, mientras movía las patas con tal rapidez que parecían un remolino de viento"
 

4>> Caballo/Dragón (Un dragón que se convirtió en caballo). Representa la voluntad y al agua. Es un hijo del dragón Ao-Jun, señor del oceáno occidental

El monje Tripitaka es el protagonista, y representa al espíritu y al aire. Logra su cometido después de una aventuras internimables, y todos son elevados al panteón búdico

La magnitud de esta obra me sobrepasa, debo admitir, ya que maneja tantos elementos orientales que me es imposible disfrutarla en la misma plenitud que un oriental. Mis notas los acompañarán a lo largo de mis divagaciones en las más de 1300 páginas; pero debo admitir que los estudios preliminares de la obra, son dignos de replicarse, ya que Jesús Ferrero, Enrique P. Gatón e Imelda Huang hicieron un trabajo maravilloso para acercarnos un poco a la riqueza cultural que encierra este libro. Con permiso de ellos, replicaré sus trabajos aquí para después seguir con mis notas

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Lo correcto (ética de la muerte)

Ante las entradas anteriores, nos salta una duda. ¿Qué es lo correcto?

Muchos filósofos tratan de explicar el bien y el mal. Algunos los niegan, otros los hacen parte de la naturaleza, otros los hacen ajenos a las naturaleza, otros les dan un origen metafísico proveniente de seres superiores; pero a fin de cuentas, no deja de ser algo subjetivo, sujeto a la perspectiva de su época

Hoy trataré de explicar brevemente de qué trata la ética de la muerte que se expuso en mi libro Z.U.L.E.M.A.

La muerte es igual para todos. Ricos, pobres, varones, mujeres, animales, plantas, enfermos, sanos, blancos, negros, altos, bajos, jóvenes, ancianos. Todos mueren. Nadie se salva. A diferencia de las leyes humanas, que dan beneficios a algún grupo mencionado anteriormente, ya sea por una u otra razón; pero lo hacen. La muerte no, ella dice "aquí llegaste y aquí te quedas", y cuando te toca, te toca, ni aunque te quites te salvas, y cuando no te toca, ni aunque te pongas

Muchos dirán que al final, nada perdura; pero recordemos que la más pequeña aportación al ser, puede desencadenar grandes consecuencias, tanto para nosotros como para el resto del ser

¿Qué consecuencias hay para el malo? Rencor, desprecio, mala fama, no sólo para ti sino para los tuyos que dejes. De tus consecuencias personales, nadie es capaz de decirlo, cada quien es un caso particular

¿Qué consecuencias hay para el bueno? Agradecimiento, buenos recuerdos, felicidad no sólo para ti sino para los tuyos que dejes. De tus consecuencias personales, tampoco nadie es capaz de decirlo, cada quien, de igual manera, es un caso particular

En la vida no hay bien y mal absolutos. Todos tenemos de todo un poco. Al final, todos morimos, nadie escapa de eso. Lo que nos queda es luchar por lo que queremos y hacer lo mejor de nosotros mismos. Viviendo bien o mal, la muerte te llegará y sus consecuencias también

Basado en lo anterior, hablemos ahora de qué es lo correcto. Lo correcto es aquello que hace más fuerte al ser. El ser entendido en su totalidad, no sólo a un ser o a tu ser en particular. Si las acciones que hagamos o dejemos de hacer sirven de algo al ser, lo correcto será hacer crecer y dignificar al ser. Todo aquello que hagamos en vida, se lo llevará la muerte al ser. Si somos malos, algo destruiremos y eso hará algo al ser. Si somos buenos, creamos algo y eso hará algo al ser. Así pues, por eso la ética de la muerte es más una ética del ser. Donde nada es malo ni bueno desde el punto de vista humano, mortal, perecedero. Lo que realmente importa es el bien o el mal que hagamos al ser

¿Ejemplos? La vida ayuda en el devenir del ser. La mentira arruina el devenir del ser. La creación ayuda en el devenir del ser. La extinción arruina el devenir del ser. La transformación ayuda en el devenir del ser; pero la destrucción lo arruina

Hay cosas que pueden durar cientos de generaciones en lograrse; pero el fin último, el beneficio del ser, es lo que realmente vale la pena. Hay cosas que pueden tenerse en una vida humana; pero arruinan al ser. La ética deja de ser una ética humana, al entregarle nuestra ética a la muerte, ésta se encarga de juzgar qué es lo bueno y lo malo para el ser

Pongamos unos ejemplos para ver en práctica la teoría

Un chico y una chica, hermanos, se enamoran. Esa relación se llama incesto. Ellos dirán que lo que hacen es correcto, porque se aman, se apoyan, y eso los hace mejores; pero la verdad es otra. Esa relación no trae frutos al ser, trae extinción, trae enfermedad. Al ser, eso no le beneficia y por lo tanto, desde el punto de vista de la ética de la muerte, es incorrecto y será penalizado

Los hermanos pueden apoyarse, ayudarse, amarse; pero no con fines reproductivos. Amarse sin incesto les trae más beneficios tanto a ellos como seres particulares, ya que pueden apoyarse, amarse y cuidarse mutuamente para hacerse crecer, y además, dejar un legado doble genéticamente hablando, ya que recordemos que los hijos de tu hermano son por matemáticas genéticas, la misma cantidad de descendencia que tus hijos propios. Esto sí apoya al ser, esto sí le permite devenir mejor

Otro ejemplo

Muchos dicen que es deber de los países ricos apoyar a los pobres, que eso es lo correcto. Veamos si es cierto

¿Es correcto quitarle la comida, la paz y la riqueza a tu pueblo para darle todo eso a otro? ¿Acaso no ha logrado su riqueza y su prosperidad debido a su propio esfuerzo? ¿Acaso eso debe ser castigado y ahora debe sacrificarlo todo para ayudar a un pueblo que no está interesado en prosperar, sino ser simplemente un parásito para guerrillas internas sedientas de sangre y poder? ¿Acaso no ayuda más al ser que ese pueblo próspero siga prosperando en vez de desgastarse en una obligación que no le toca? 

Así como estos, puede haber muchísimos ejemplos en los cuales nuestro beneficio no sea inmediato, o incluso nuestras acciones no sean agradables a una primera vista; pero al beneficiar al ser, son correctas
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