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DE LA CONSTANCIA DEL SABIO
Escrito a Sereno
Séneca dice que el varón nació para imperar y la mujer
para obedecer, sin embargo, es la mujer la que sin dar órdenes nos hace hacer
lo que ellas dicen. Como le dije a mi amiga Nourhan, las mujeres nos han
engañado haciéndonos creer que este es un mundo de varones, cuando realmente
son ellas las que tienen el control
“Yo no llamo
invulnerable a lo que no se puede herir, sino a lo que no se puede ofender” (Vuelve
a repetir que de nada sirve llamarse valiente si no ha vencido a la adversidad)
Dice Séneca que la injuria es más grave que la afrenta, ya
que el fin de la injuria es hacer algún mal. El sabio está inmune, porque para
que haya mal, tiene que quitarle algo que valga la pena; pero como el sabio
tiene todos los valores y virtudes dentro de él, nada se le puede quitar. Vemos,
pues, que para Séneca, el sabio no es quien conoce muchas cosas, sino quie
tiene calidad moral. Dice, además, que el sabio sólo es distinto de los dioses
en que éste es mortal
La fortuna no da virtud, dice Séneca, y como ella (la
fortuna) sólo quita lo que puede dar, quien es virtuoso, no puede perder su
virtud por azares del destino
También es importante algo, que Séneca nunca pensó, y es
que no se puede ofender a quien no te entiende la ofensa. Si mutilas a alguien
que no valora su cuerpo, nada le habrás hecho. Si ofendes a alguien en un
idioma que desconoce, es como si nada hubieras dicho. Por eso el ignorante
tmabién es feliz, y el estúpido, porque no pueden entender el daño que reciben,
y el inteligente, los toma como granja quitándoles lo que quiera sin que éstos
inútiles se defiendan, y eso no los hace sabios, ni virtuosos, ni superiores
(aunque se les puede hacer creer que sí, para beneplácito de quien le explota)
“(...) Todas las
maldades son perfectas cuando a la culpa, aunque no se consiga el efecto de la
obra (...) si recibí la injuria, es fuerza que se hiciese; pero no es fuerza
que por haberse hecho, la haya yo recibido”
El consejo: “(...)
Sólo se halla en el sabio; que en los demás no hay consejos, sino engaños” (Siéntanse
aludidos los farsantes, malos amigos, traidores, pero también los magos,
hechiceros, brujos, astrólogos, religiosos, que ponen la solución en cosas
ajenas, como inciensos, agua, hierbas, etc., o que atribuyen los problemas a
vanaildades como las estrellas, o las fechas. Si estos tienen éxito, es porque
hay gente que no cree en su propio potencial, o que no cree que ellos sean los
orígenes de sus propios problemas. Es más fácil echar la culpa a otro y que
otro me solucione la vida)
Ya tratada la afrenta, ahora va a hablar de la injuria
“(...) la contumelia
es menor que la injuria, y de ella nos podemos quejar más que vengarla, y las
leyes no la juzgan digna de castigo” (ya que) “como carecen de verdaderas injurias (...) cuya mayor parte consiste en
la culpa de quien las interpreta” (Una vez más, el sabio no se da por
aludido ante el insulto, pues se reconoce superior al insulto y no le queda el
saco que sele imputa)
Así como el caballero azota a caballo rebelde, no lo hace
por ira, sino para que el dolor venza la rebeldía, de igual manera “(...) “por qué, si el sabio no recibe ni
injuria ni afrenta, castiga a los que se la hacen”, porque esto no es vengarse
de ellos, sino corregirlos”
Menciona que no hay diferencias entre el rico y el pobre,
sólo que el pobre con poco se satisface y el rico necesita de mucho, por lo
tanto, éste es más necesitado
A las cosas netavias que nos puedan suceder: “(...) No les quitamos el sentimiento del
dolor; quitámosles el nombre de injurias; que éste no tiene entrada donde queda
ilesa la virtud”
Si nos sucede algún mal, y tenemos culpa de ello, no es
agravio, es castigo, y si no tenemos culpa, la vergüenza queda en quien hace la
injuria
“(...) el que
comienza a reírse de sí, no da lugar a que otros lo hagan” (Remedio contra
las contumelias) “(...) Añade que es un
cierto género de vergüenza quitar al que quiso hacer la injuria, el deleite de
ella. Suelen, los que las hacen, decir: “Desdichado de mí, pienso que no lo
entendió”. Porque el fruto de la injuria consiste en que se sienta y en la
indignación del ofendido”
En el párrafo o minicapítulo XVIII, Séneca menciona que la
esposa de Sócrates lo mojó con agua sucia
La contumelia es según la interpretación de quien recibe
(los negros gringos que se ofenden de ser negros), la afrenta es según la
interpretación de quien hace (le gritas en la calle a alguien “¡Putazo!”, y el
maricón responde “Gracias, y eso que no me he arreglado”), la injuria algún mal
concreto (te apuñalo); pero aún así, en cualquiera de las tres, el ser ofendido
y denigrado está en manos de quien recibe y no de quien hace
De esta obra, en sí, hace una recapitulación de que las
cosas, realmente no nos pueden denigrar, que las cosas malas son malas y
duelen; pero no por eso seremos menos, por el contrario, podemos usarlas para
ser más. La gran mayoría de las cosas que nos insultan, es porque nosotros le
damos la importancia suficiente para que nos insulten, cuando realmente nada
puede ofendernos ni sernos arrebatado cuando tenemos intactas y sublimes
nuestras virtudes
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